Por Xentor Xentinel
Y comenzó la aventura...
Era el 18 de Septiembre, aniversario del establecimiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno, dando inicio a la República de Chile en 1810. Qué mejor modo de celebrar el cumpleaños de Chile, que dando inicio a un recorrido para activar sus Chakras.
Oficialmente, este recorrido comienza dentro de unos días más en Puerto Montt, al norte de Chiloé, pero yo decidí hacer por mi cuenta un mini-recorrido previo por las Ciudades-Chakras de la Isla Grande de Chiloé, donde vivo. Y decidí comenzar en este día, en Quellón, la ciudad que correspondería al Chakra Base, el Chakra 1 de Chiloé, por mucho que Chiloé no fuera incorporado al territorio de Chile hasta 1826.
Saliendo de la Capital de Chiloé, vi banderas chilenas por todas partes. Fui admirando el paisaje por el camino, y recordando cuando era niño, y acompañaba a mi padre a algunos de sus viajes a esta ciudad, en los 80. Entonces, el camino era de ripio, y el ruido de las piedras chocando contra la parte de abajo del vehículo, y la polvareda que teñía de gris la vegetación circundante, hacían el viaje menos agradable de lo que es ahora, con su suave pavimento, y paisaje verde.
Tal vez en alguno de esos viajes nos cruzamos con el auto de Octavio Ortiz, que fue como 3 veces en esa época a encontrarse con los miembros de Friendship en el puerto de Quellón, que lo habían invitado a la isla; pero luego él terminaba devolviéndose, presa del miedo a lo desconocido.
Tras dos horas de viaje, llegamos a Quellón, uno de los puertos frecuentados por los Friendship en los años 80, 90, y tal vez aún hoy en día. Lo primero que vi fue un hermoso y llamativo letrero con una Sirena, como para recordarme que había llegado a hacer un trabajo que tenía que ver con la Energía Femenina.
Mi plan era irme de inmediato a la Plaza Central de la ciudad, pero me encontré con un desfile de estudiantes, en conmemoración a las Fiestas Patrias. Así que, comencé con lo que iba a dejar para después: la búsqueda del Monumento del Hito Cero, que marca el final (o el comienzo, según cómo se mire) de la Carretera Panamericana, que comienza en Alaska, y termina aquí, en Chiloé.
Pensé que era cosa de caminar, y no tardaría mucho, pero me equivoqué. Luego de unos 45 minutos de caminata, me encontré con un letrero que me avisaba que Punta de Lajas, mi destino, aún estaba a unos 2,6 Kms; lo que no es mucho en vehículo, pero sí caminando.
Me fui a descansar a un paradero cercano, y a sacarme el exceso de ropa que me había puesto en la fría mañana, que ahora había dado paso a temperaturas más altas. Cuando me preguntaba si iba a seguir caminando lo que me faltaba, vi que venía hacia mí un microbus que iba hacia Punta de Lajas, y me subí.
EL HITO CERO
Tras un breve recorrido por hermosos paisajes, llegué a mi destino: el final de la Carretera Panamericana. Me acerqué al monumento, que representaba un sacho o ancla chilota gigante.
Vi que había mucha gente en el lugar, así que caminé un poco por el camino de tierra que seguía más allá del fin de la Panamericana, hasta llegar a un recinto privado.
Me devolví, caminando por la playa, y relajándome con el sonido de las pequeñas y suaves olas que acariciaban la arena. Filmé un poco el lugar, pero ni esa ni las demás filmaciones que hice, quedaron grabadas.
Vi algunas latas de cerveza por la playa, y se me ocurrió una idea. Tomé una de las latas, y empecé a llenarla del agua de mar, pronunciando: «Ésta es agua de los Mares del Sur, la misma que baña la Isla Friendship, y con la que se bañan las Sirenas y la Pincoya». Y me llevé la lata con agua hacia el monumento, para «bautizarlo» con dicha agua.
Hice fotografías y filmaciones del lugar, para compartir aquí, pero pocas fotografías y ninguna de las filmaciones estaba cuando revisé la cámara de vuelta en casa. El «Sacho» marcaba las 4 direcciones, y me llamó la atención que a la «E», de «Este», le faltaba la parte de abajo, habiéndose convertido en una «F» («Friendship», pensé).
Decidí dar 7 vueltas en torno al monumento, en representación de los 7 Chakras de Chiloé, derramando parte del agua de mar sobre la fuente, debajo de cada uno de los extremos del sacho, de modo que derramé agua 28 veces. Mientras hacía esto, decía: «Ésta es el agua de los Mares del Sur, el agua de Friendship. Con esta agua te bautizo».
Luego me senté tras el Monumento, mirando en dirección a la Panamericana, y visualicé una gran luz saliendo del Sacho, y fluyendo hacia la Panamericana, llegando hasta Quellón, para luego continuar su recorrido por Chiloé, y el resto de Chile hacia el Norte, luego Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, Estados Unidos, Canadá, Alaska... En fin, todos los países por los que pasa la Panamericana, incluyendo Argentina, Brasil, Venezuela, etc.
Para terminar el trabajo en el lugar, me dirigí al pequeño altar mariano que había junto al Sacho: una buena expresión de la Energía Femenina.
Habían muchas velas, y quise encenderlas todas antes de irme, pero el viento en el lugar me lo impedía. Finalmente, sólo logré encender una pequeña vela en la parte de abajo, la que mejor resguardada estaba del viento.
Entonces, di por terminado el trabajo en el lugar y, tras recoger agua del Monumento en la lata de cerveza, me dirigí al paradero de buses, en espera del siguiente microbus, que no aparecía nunca.
Le pregunté a un lugareño si pasarían más micros, y me dijo que difícilmente. Así que, caminé un poco por la Panamericana, hasta que pasó un taxi, al que hice parar, para llevarme a la ciudad.
LA PLAZA DE QUELLÓN
Había llegado la hora de hacer algo en la plaza de la ciudad. De nuevo, hice fotografías y filmaciones del lugar, de lo que sólo quedó la de la escalera de acceso.
Habían dos niñas elevando volantines en la plaza, mientras yo me sentaba a meditar, y preparar mis Chakras para «hacer Reiki» al suelo del lugar. No me considero gran cosa en esto del Reiki, pero hice lo que pude. La intención es lo que vale.
Después de esto, me puse de pie, y «bauticé» la plataforma de cemento que había en el centro de la plaza, con el agua que traía conmigo, poniendo mis mejores sentimientos. Las niñas y sus volantines, que a ratos pasaban rozando mi cabeza, quitaron la solemnidad que pensaba darle al momento, pero tal vez fue mejor así.
¿Trabajo concluido? Sí, creo que sí... Entonces, tomé el siguiente bus a Castro.
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